Exposición: "De la observancia de lo substancial, presencia femenina en los conventos novohispanos"
Lugar: Biblioteca americanista de Sevilla (REBIS-CSIC), C/ Alfonso XII, 16 (Sevilla)
Comisariado: Judith Farré Vidal (CSIC) y Francisco Montes (US)
Organiza: Proyecto Archivo Colonial
Con motivo de la realización del seminario Agencia femenina y promoción cultural en los virreinatos de la monarquía hispánica, organizado por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y el Proyecto I+D «Fastos, simulacros y saberes en la América Virreinal» (PID2020-113841GB-I00), se ha proyectado la exposición De la observancia de lo substancial, presencia femenina en los conventos novohispanos con fondos depositados en la Biblioteca Americanista de Sevilla (REBIS-CSIC).
La exposición muestra una selección de ocho obras que prestan atención al espacio conventual femenino como uno de los focos de experiencia cultural de la época, en el que confluyen varias líneas de influencia, como los tratados hagiográficos, la imaginería barroca, los sermones, el control de los confesores o la impronta de lo sobrenatural.
En un ambiente de recogimiento en el que los saberes circulaban oralmente, estas monjas fueron autoras de una significativa producción manuscrita que, en muchas ocasiones, fue utilizada por parte de sus confesores para imprimir las Vidas. Esta apropiación de los textos manuscritos, que Margo Glantz definiera como la “labor de manos” de la que se apoderaron sus confesores masculinos para firmar los relatos impresos, dio lugar al género de las Vidas o textos hagiográficos sobre las monjas venerables, que con sus virtudes adornaban tanto a sus monasterios, como a las ciudades que los albergaban. Algunos de estos ejemplares incluyeron grabados de carácter propagandístico con sus verdaderos retratos o láminas alegóricas dirigidas a persuadir al lector ante el significado de los escritos.
En esta muestra se exponen las Vidas de Josepha Antonio de N. Señora de la Salud, sor María de Jesús, sor Antonia de la Madre de Dios, Sebastiana Josepha de la SS. Trinidad, María Anna Aguada de San Ignacio o santa Rosa de Lima. El género alcanzó gran difusión en la época gracias a la imprenta y contribuyó a fijar la creencia popular de una religiosidad femenina repleta de expresiones relacionadas con lo sensual.
En este sentido, la siguiente cita de Ignacio de la Peña en el Trono mexicano en el convento de religiosas pobres capuchinas (1728) muestra claramente la relación que se establece entre la mística femenina y la experiencia de los sentidos:
La mortificación de los sentidos es grande; la de la vista tan rigorosa en lo activo, como estrecha en lo pasivo; esto es, ni ver ni ser vistas; en lo primero están imposibilitadas de poder registrar alguna cosa de afuera porque todo es un muro cerrado. Las rejas del coro y locutorio, además de las rejas y puntas de hierro, tienen un rayo de hoja de lata y un velo muy grueso, de tal manera que el santo sacrificio de la misa solo pueden oírlo, no verlo. En lo interior es tal el cuidado del recato, que sería digna de reprensión y penitencia la que guiada de la curiosidad extendiera la vista en el coro o refectorio a ver alguna cosa. Tanta es la mortificación que tienen y guardan en este sentido, que si alguna persona devota, juzgando que hace especial gusto a las religiosas, envía a que vean cosa aseada, singular o curiosa, es para más mortificación porque sale como entró, sin verla.
[…]
El oído se mortifica con el silencio, pues como ya vimos, aun estando todas juntas, es como si estuviera cada una sola. El olfato se mortifica con lo negativo, porque no hay cosa que le pueda divertir, pues sólo perciben el olor suave de santidad que exhalan aún las piedras de los conventos y solo atienden a los aromas y ungüentos del divino esposo, para seguirle con acelerado curso, ya con el incienso de la oración, ya con la mirra de la mortificación.
El gusto está tan mortificado con los pobres manjares, que sólo atiende al socorro de la necesidad y no al apetito de la sazón. El tacto es el que más a lo espiritual se regala con sangrientas disciplinas, ásperos silicios, y otras penitencias: las holandas con que le acarician con un penitente hábito de sayal tosco, una túnica de lo mesmo, el velo negro de lana y el blanco de lienzo grueso, una cuerda tosca de cerda y unos zuecos o sandalias, y con todos estos hermosos aliños adornan otra grada del Trono, que es la aspereza de las vestiduras.
Ignacio de la Peña, Trono mexicano (fols. 69-70)
Por último, un texto también en la órbita conventual por estar dirigido a una religiosa monja prima suya, es el que escribió doña María de Estrada Medinilla a la feliz entrada del marqués de Villena como virrey de la Nueva España el 28 de agosto de 1640. Es un texto que representa el otro espacio de agencia femenina en la época moderna, el cortesano. La concepción de agencia, siguiendo a Saba Mahmood, se entiende como “la manera en que un sujeto habita, experimenta y representa las normas en una circunstancia determinada” y, en este caso, ofrece una relación en verso de la entrada en la ciudad de México como virrey del primer grande de España en ostentar el cargo.
De María de Estrada Medinilla dice Josefina Muriel (1982): “la posición que tuvo en la sociedad fue sin duda alguna preeminente, con titulación de doña y buena posición económica […] Por como habla de su manera de vestir y de las otras, y por las reseñas y valoraciones que hace de lo que ve, se muestra como una mujer de mundo, elegante y culta”.
Y desde esa forma de habitar y la molestia que le supone tener que salir a pie, sin carro ni guardainfante, cumple con el encargo de describir la entrada del virrey en la ciudad.